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diciembre 29, 2025

Invitan a celebrar el primer centenario 1923-2023  del coleadero de la Unión de San Antonio

“En la Unión de San Antonio, si quieres ser un buen charro, además de enamorado, tienes que ser coleador”. La fiesta charra tiene su origen en el campo mexicano, surgió desde la Colonia o el Virreinato de Nueva España, especialmente en zonas ganaderas del país, en las que, dentro de las faenas normales, se requería: Herrar, castrar, amansar y separar el ganado vacuno en las mestas.

En esta ocasión en 2023, toca conmemorar orgullosamente los 100 años de esta bella tradición del 14 al 18 de septiembre, el inicio de esa maravillosa fiesta tan auténtica, que actualmente convoca a verdaderas multitudes a celebrarla en las instalaciones del nuevo Lienzo Charro de la Unión de San Antonio, se llena de mujeres hermosas ataviadas con trajes típicos.

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En un ambiente campirano como una mera diversión adicional y “a campo raso”, no faltaban hombres de a caballo, buenos jinetes, que perseguían a algún toro o novillo,  lo asían o tomaban de la cola y con un hábil movimiento de su caballo abriéndolo y apoyando el pie en el rabo del toro, lograban derribarlo, lo cual dio lugar a que esto, se fuera convirtiendo en una suerte adicional, a las que los caballistas, habían traído de España y así se fue formalizando como “coleadero” en los callejones de haciendas y ranchos, donde se celebraban tales reuniones. Todo ello quedó plasmado en los óleos magistrales de Ernesto Icaza.

No puede faltar la gran comilona de mole, frijoles, tortillas del comal, criadillas asadas, que resultaban de las capazones y con unos “tragos para alentar el cuerpo”, sin faltar música ranchera y cantadoras. Tales fiestas por imitación pasaron de un lugar a otro, en zonas ganaderas, de tal manera que ningún lugar propiamente, puede atribuirse la paternidad o el inicio formal de los coleaderos como tales, pero es innegable, por testimonios documentales fidedignos, como los informes de obispos, el de Don Domingo Lázaro De Arregui, en sus visitas pastorales y en las constancias de ventas de ganados herrados y facturados, documentadas por autoridades de la región de Santa María de los Lagos, donde actualmente queda asentada la Unión de San Antonio, comprobando que ya había grandes asientos ganaderos.

En esta zona de Jalisco, aprovechando la magnífica calidad de los pastos y la existencia de algunos arroyos y ríos entonces de aguas permanentes, ha existido desde hace siglos esa floreciente ganadería de vacunos, lo cual resultó ideal para aprovechar ambiente y circunstancia, en la celebración de fiestas charras.

Por tradición se sabe, que, en la Unión de Adobes, en El Puesto y en Bernalejo, por citar algunos, ya desde el siglo XIX se hacían festejos, en los que se incluía el coleadero, y en el caso de la Unión, se hizo en memoria de la Independencia Nacional, por lo que desde entonces tuvo un carácter y acento de mexicanidad. A principio del siglo XX, ya se celebraban las fiestas patrias en la localidad, con bombo y alboroto, en las que desde entonces fueron organizados coleaderos en la Hacienda de El Vallado.

Aquellos festivales campiranos, se vieron interrumpidos por la revolución mexicana, y después por la cristiada, pero permaneció latente el gusto de tales fiestas, en la mente y en el corazón.

Así renació la idea de volver a practicar las fiestas charras tradicionales, y precisamente en las Fiestas Patrias, razón por la cual, en el año de 1923, un pequeño grupo de charros de la Unión de San Antonio, entre ellos entonces como patriarcas de la charrería, Jesús Moreno Gómez, Juan Moreno Gómez y Silvano Alférez, el caporal de Arroneras, idearon la celebración de esta gran fiesta, que por aquél entonces convocó además de a los habitantes del municipio, a charros de León, Lagos y circunvecinos. Este acontecimiento, quedó documentado históricamente, con el “programa de las Fiestas Patrias” y fotografías, llenas de nostalgia que alguien tomó, al parecer procedente de la ciudad de León.

A partir de esa fecha y cada vez con mayor entusiasmo, con la concurrencia de espectadores y la participación de charros unionenses y de otras muchas localidades, anualmente se fue celebrando esta fiesta tan mexicana,  que inicialmente se hacía en el antiguo camino real a Lagos, con la improvisación sobre la cerca de piedra, de un palco desmontable de vigas con manteado, para las “reinas del coleadero” y los espectadores que podían acomodarse en aquél modesto graderío, desde entonces lleno de esa flor y hierba perfumada de Santa María y Mirasoles, que se amarraban en los postes y se regaban en el suelo, que la sigue caracterizando.

El esfuerzo y las ilusiones de los pioneros que reestablecieron formalmente los coleaderos a partir de 1923, no fueron en balde, ya que su inicial empuje fue como el grano que cae en buena tierra que recibiendo la bendición de la lluvia, da plantas y frutos vigorosos, y así continuaron el esfuerzo muchos hombres y mujeres, que organizaron más detalladamente la hermosa fiesta, formalizando legalmente la Asociación de Charros, y particularmente con la construcción del lienzo charro, para lo cual es destacable mencionar a Gertrudis Palos Moreno como la persona que aportó el terreno para tan noble finalidad. Con enorme entusiasmo, continuaron la obra: Aurelio Pérez, el propio Gertrudis Palos, Enrique González, Juan de Dios Moreno, Juan Francisco González, la Asociación de Unionenses Residentes en México, el señor Cura Francisco M. Cabral, el General Doctor Juan Pérez Muñoz, y muchas otras personas, a quienes no nombramos no por falta de voluntad, sino porque no nos bastaría el papel y la tinta para ese propósito,  a quienes y a sus descendientes pedimos disculpas por tales omisiones, no queremos dejar de señalar que todavía de esos tradicionales coleaderos participó el memorable “Chabelón Moreno”, el gran charro torero originario de la Tunalta,  quien dio renombre a la Unión de San Antonio, y además grandes y famosísimos charros que en una época brillantísima dieron a conocer el nombre de nuestro querido pueblo en toda la república, como ejemplo de grandes charros, particularmente coleadores, jinetes, domadores de caballos, inclusive a la alta escuela, compitiendo destacadamente y con mucha gallardía en los festejos que periódicamente se celebran en la región y en las Convenciones Regionales y Nacionales. Posteriormente en otra camada de charros más jóvenes se logró la construcción de la Asociación de Charros en un local muy digno.

En esta oportunidad y con tan memorable ocasión y desbordante entusiasmo,  toca celebrar tanto por los unionenses como por nuestros hermanos de la región, aficionados a la charrería y la concurrencia de lo más granado, de esos hombres de a caballo, que hacen efectiva la frase de Don Silvano Hernández gritando: ¡SER CHARRO ES SER MEXICANO!

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